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Cuando la crítica deja de ser diálogo

  • Foto del escritor: Juan
    Juan
  • hace 1 hora
  • 3 Min. de lectura
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Reflexiones tras una confrontación pública en torno al Dharma



Hace unos días viví una interacción pública con otro creador de contenido sobre budismo. Lo que inició como una crítica al uso de herramientas y formatos digitales derivó rápidamente en algo distinto: descalificaciones personales, juicios sobre mi práctica, acusaciones de falta de honestidad espiritual y la insinuación de que me presento como un “falso maestro”.


No escribo este texto para prolongar el conflicto ni para responder punto por punto. Lo escribo porque la experiencia me dejó reflexiones importantes sobre la divulgación del Dharma, el ego espiritual y la forma en que algunos proyectos se relacionan entre sí en el entorno digital.



1. No toda crítica busca diálogo



Existe una diferencia clara entre una crítica orientada al diálogo y una crítica orientada al descrédito.


La primera abre preguntas, escucha respuestas y acepta la diferencia.

La segunda se transforma rápidamente en sarcasmo, burla y ataques a la persona.


Cuando una crítica deja de centrarse en ideas, formatos o enfoques y comienza a adjudicar intenciones internas, estados mentales o supuestas faltas morales, ya no estamos dialogando. Estamos frente a un intento de invalidar al otro.



2. Divulgar no es proclamarse maestro



Uno de los ejes más problemáticos de esta interacción fue la acusación implícita de que me “vendo como maestro”.


Nunca lo he hecho.


Divulgar el Dharma no equivale a ostentar autoridad espiritual. Compartir historias, contextualizar textos, explorar doctrinas o experimentar con nuevos formatos no convierte a nadie en guía, lama, maestro o tulku. Confundir divulgación con autoridad revela una comprensión muy limitada de cómo el budismo se ha transmitido históricamente.



3. El verdadero conflicto no es la herramienta



IA, guiones, edición, storytelling, miniaturas, algoritmos… todas las formas de divulgación están mediadas. No existe un “Dharma puro” que brote sin lenguaje, sin formato, sin estructura ni sin contexto.


Cuando alguien afirma que su forma de comunicar es “conciencia pura” y la del otro es “automatización sin espritu”, el problema ya no es técnico: es ego espiritual. La discusión deja de girar en torno al Dharma y pasa a girar en torno a quién se siente más legítimo.



4. De la crítica a la comparación



Algo que se volvió evidente con el paso de los mensajes fue que la crítica estaba profundamente atravesada por la comparación: alcance, audiencia, producción, visibilidad.


No lo digo como acusación, sino como constatación.

Cuando una crítica deriva en burlas hacia el altar, los objetos rituales, la extensión del contenido o la comunidad que escucha, ya no se está discutiendo el Dharma, sino la incomodidad que genera el lugar del otro.



5. Tristeza más que enojo



La emoción principal que me dejó esta experiencia no fue enojo, sino tristeza.


Es triste ver proyectos pequeños intentando desacreditar a proyectos más grandes en lugar de buscar colaboración, diálogo o sinergia. En vez de tender puentes, se levantan juicios; en vez de preguntar, se acusa; en vez de sumar fuerzas, se intenta embarrar al otro insinuando falsedad espiritual.


Eso no fortalece al Dharma. Lo debilita.



6. El Dharma no necesita inquisidores



El budismo ha sobrevivido más de dos milenios porque ha sabido adaptarse: pasó por la oralidad, la memorización, la escritura, la traducción, la imprenta y los medios modernos. Hoy también atraviesa plataformas digitales.


Lo que realmente lo daña no son las herramientas, sino el sectarismo, la soberbia y la necesidad de erigirse como juez de la autenticidad ajena.



7. Mi cierre personal



No busco competir, ni imponer, ni desacreditar a nadie.

Tampoco necesito permiso para divulgar desde el lugar que me corresponde.


Seguiré compartiendo el Dharma desde la responsabilidad, el estudio y la intención clara, usando los medios que considero adecuados y aprendiendo en el proceso. Con errores, con ajustes y con apertura.


Ojalá más personas elijan dialogar en lugar de atacar,

colaborar en lugar de desacreditar,

y sumar en lugar de dividir.


Porque el Dharma no se protege atacando personas,

se honra cultivando comprensión.

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