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Sexo, chantaje y escándalo en la Sangha tailandesa: ¿qué sucede cuando los monjes pierden el rumbo?

  • Foto del escritor: Juan
    Juan
  • 20 jul
  • 3 Min. de lectura

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El reciente escándalo en Tailandia que involucra a una mujer conocida como “Señora Golf” —acusada de chantajear sexualmente a al menos nueve monjes budistas con miles de videos íntimos— ha causado una profunda conmoción dentro y fuera del país. El caso no solo expone actos individuales de mala conducta, sino también grietas estructurales en una de las instituciones más veneradas del mundo budista: la Sangha tailandesa.


Según reportes de la BBC, la mujer habría recibido cerca de 11.9 millones de dólares en los últimos tres años, utilizando imágenes sexuales para extorsionar a monjes, incluyendo abades de alto rango. El escándalo ha obligado al Consejo Supremo de la Sangha a revisar normas disciplinarias, mientras que el rey Vajiralongkorn revocó títulos a más de 80 monjes, citando el daño causado a la fe de millones de budistas.


Pero más allá del morbo o el juicio fácil, ¿cómo podemos comprender este suceso desde una perspectiva budista occidental? ¿Qué dice la tradición cuando un monje rompe sus votos? ¿Y qué lugar tiene hoy la figura del monje en un mundo cada vez más complejo?




📜 El Vinaya y las reglas inquebrantables



La vida monástica en el budismo está regulada por el Vinaya, un código de conducta establecido por el propio Buda para proteger la integridad del Saṅgha y servir de guía a quienes renuncian al mundo. Existen cuatro faltas mayores (pārājika) cuya transgresión implica la expulsión inmediata e irreversible de la orden: relaciones sexuales, robo, asesinato y falsedad sobre logros espirituales.


Tener relaciones sexuales rompe directamente la primera de estas reglas. No hay ambigüedad. Incluso si la conducta no fuera pública, basta con el acto en sí para que un bhikkhu (monje plenamente ordenado) pierda su estatus. Puede seguir usando la túnica, pero según la tradición, ya no es monje.




⚖️ El karma no perdona rangos



El Buda fue claro: nadie escapa al karma, y una vida de apariencias no puede reemplazar una práctica genuina. El hecho de que estos actos hayan sido sistemáticos —y en algunos casos encubiertos o tolerados dentro de la jerarquía monástica— apunta a un problema más profundo: la desconexión entre las normas externas y la práctica interna.


En la tradición budista, se espera que quien cae en una falta grave confiese, renuncie al hábito y retome el camino desde la honestidad, incluso como laico. El escándalo actual muestra la ausencia de ese principio: la institución protegió jerarquías, ocultó escándalos y permitió que el poder corrompiera la práctica.




🧑‍🦱 Ser budista en Occidente y la imagen del monje



Para muchos budistas occidentales, especialmente laicos, la figura del monje representa pureza, sabiduría, disciplina y entrega. Cuando esta imagen se ve manchada, sentimos traición, decepción y dudas sobre nuestra confianza espiritual.


Pero quizá este momento nos recuerda algo esencial: los monjes no son infalibles. Y aunque sus votos son elevados, su humanidad sigue presente. La idealización puede ser peligrosa si no está acompañada de discernimiento y de estructuras éticas que supervisen y corrijan.




🔍 ¿Reforma o ruptura?



El escándalo ha abierto una pequeña grieta en la muralla institucional de la Sangha tailandesa. Se están revisando reglas, investigando casos, y el gobierno ha propuesto penas civiles para los monjes que infrinjan su código. Pero los críticos advierten que nada cambiará si no se revisan las estructuras de poder, la cultura del silencio y el miedo jerárquicoque domina en muchos templos.


La socióloga Prakirati Satasut lo resumió con claridad: “Depende de si el Consejo Supremo de la Sangha amputará algunos brazos y piernas para salvar a la organización”.




💭 ¿Y nosotros qué hacemos?



Desde Dharmatic creemos que esta es una oportunidad para pensar qué significa hoy ser monje, qué esperamos de ellos, y cómo podemos construir comunidades espirituales sanas, transparentes y vigilantes.


  • La práctica no depende de una túnica, sino de un compromiso honesto con el Dhamma.

  • La confianza no es ciega, se gana con coherencia, humildad y responsabilidad.

  • Y la Sangha no es una estructura rígida, sino una red viva de apoyo mutuo en el camino del despertar.



En lugar de perder la fe, recuperemos el sentido. La caída de algunos no implica el fracaso del budismo. Como dijo el Buda, “sed lámparas para vosotros mismos”. La práctica es personal, la ética es esencial, y la comunidad solo florece si hay verdad.

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